Biblia & Teología / Oskar Arocha
La justificación
Dios salva a pecadores
8/28/2015
“Dios salva a pecadores” es una serie de artículos que muestran los temas principales de la salvación, desde la eternidad pasada a la eternidad futura. Las demás entradas: La salvación antes del principio; Unidos a Cristo en la cruz; La caída y la misericordia; El Rey: el León de la tribú de Juda; El Profeta mayor que Moisés; El Sacerdote de eterna salvación; El Siervo Sufriente exaltado; La esencia de la cruz; La redención; La reconciliación; El llamado; El nuevo nacimiento; La fe; La adopción.
“La justificación es el amo y príncipe de todas las demás doctrinas” dijo Lutero, “la piedra angular de la teología[1]”.
Es central a todo el sistema de doctrinas cristianas, fundamental a todas las enseñanzas de Pablo[2], de un bien esencial para el hombre[3], un eje de gran oposición, y está íntimamente conectada a la gloria de Dios, puesto que da a conocer más de la realidad de lo que es Dios para nosotros en Cristo.
Gracias a la obra lograda por Cristo en la cruz, por medio de la gracia divina de la justificación, Dios declara justo al impío que cree, imputando todos sus pecados a cuenta de Cristo, y la perfecta justicia de Cristo a cuenta del pecador. No es por ninguna obra hecha, ni por nada en el pecador, sino solo a cuenta de la obediencia perfecta y satisfacción completa de Cristo.
En esencia, justificación significa “declarar justo”. Esto se evidencia en aquellos pasajes en que lo contrario sería imposible (Lc. 16:14-15); que es comparado al obrero que “no obra” y que la justicia es contada a su favor (Ro. 4:1-8); que es opuesto a ser acusado como condenado (Ro. 8:33-34); y que es descrito como un hecho puntual y no un proceso (Ro. 5:1; 8:1). Hay una excepción en su significado, y en vez de “declarar” significa “demostrar”. El más destacado uso de este tipo lo encontramos en la carta de Santiago, que indica que las buenas obras “justifican” o demuestran que la fe es verdadera (St. 2:20-24[4]).
Desviaciones
Hay dos importantes desviaciones a la enseñanza bíblica de la justificación. La primera define que en a la justificación Dios hace justo e infunde justicia. Describe la justificación como si fuera un proceso en que el creyente mismo es hecho justo[5]. Es mi opinión que la evidencia bíblica no apoya tal conclusión, porque la justificación es presentada como un hecho y no como un proceso (Lc. 18:13-14; Ro. 5:1), y es parte de una terminología forense o legal; es decir, que es una justicia que está fuera del pecador, no dentro (Ro. 4:1-8; 8:1). Tal como dijo el apóstol que anhelaba “ser hallado en él[6] (Cristo), no teniendo mi propia justicia derivada de la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que procede de[7] Dios sobre la base de la fe” (Fil. 3:9).
La segunda y más reciente es conocida como la nueva perspectiva[8]. Enseña que la justificación no era de cómo los pecadores podían encontrar a un Dios de gracia (por gracia, y no por obras), sino de cómo armonizar que los gentiles pudieran ser admitidos al pueblo de Dios, sin necesidad de la circuncisión, reglas alimentarías y demás[9]. Sin duda, el evangelio trata el tema de admitir a los gentiles, pero no es de la esencia de la justificación. La justificación tiene que ver con que el pecador pueda estar en paz (o bien) con Dios a la luz de su justicia que es contada en Cristo.
El Autor y los bendecidos
“Dios es el que justifica” (Ro. 8:33-34). Dios es el autor de la justificación. En la cruz Dios puso a cuenta de Cristo nuestros pecados y la justicia de Cristo a cuenta nuestra, “para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Co. 5:21). La justicia imputada es evidente, porque no somos justificados por mérito alguno, virtud personal, o buena obra nuestra que haya ganado el favor de Dios. El texto es muy claro en cuanto a esto, pues dice que Abraham tuvo buenas obras, pero que en cuanto a gloriarse como uno que haya alcanzado meritos dice: “no para con Dios” (Ro. 4:2). Lo que resalta como algo positivo es que Abraham se consideró delante de Dios como aquel “que no obra, sino cree”, y le fue contado justicia a su favor[10] (Ro. 4:1-4).
Convencido en una justicia fuera de él, Abraham creyó. La fe es el instrumento que nos une a Cristo, porque somos justificados “por fe[11]“. La fe es la ocasión, no la causa. Es el medio en que la justificación es recibida y apropiada por el pecador[12]. Es como la mano que usamos para tomar el agua de vida. Cuando dice que Abraham “estuvo plenamente convencido de que lo que Dios había prometido” (Ro. 4:21), debe ser entendido como que su fe (decisiva y de todo corazón) fue la ocasión y el medio de la justicia siendo imputada hacia él[13].
A pesar de que la fe es sobrenatural, dentro de nosotros no hay esperanza, porque todos estamos condenados bajo pecado (Ro. 3:8-9, 10, 23). Pero Dios nos ha “justificado gratuitamente por su gracia mediante la redención en Cristo Jesús” (Ro. 3:24). Lo glorioso de esta verdad es que nos garantiza que no hay hombre tan pecador que tenga tanto pecado que la sangre de Cristo no pueda perdonar, y nos humilla sabiendo que no hay oportunidad para gloriarse, porque no proviene de nosotros, sino que es un regalo de la libre gracia de Dios (Ef. 2:8-9; Ro. 3:27). Dios nos libre de cualquier enseñanza que le conceda al hombre oportunidad para gloriarse (Ro. 4:14-15; Sal. 115:1).
¿A quiénes Dios justifica? Definitivamente no es a los buenos. La Biblia describe a aquellos a quienes Dios ha justificado de tres distintas perspectivas: Desde la perspectiva de Dios, los justificados son los elegidos (Ro. 8:31-34).
Desde la perspectiva de aquellos a quienes el Espíritu obra en ellos, son los que creen (Ro. 3:21-23; 4:3). Desde la perspectiva de la calidad moral de los tales, son los impíos (Ro. 4:5[14]). Los que creemos somos llamados bienaventurados porque todos nuestros pecados han sido perdonados para siempre (Ro. 4:7-8[15]), y no solo hemos sido declarados inocentes[16], sino justos.
En conclusión, la obediencia alcanzada del mejor de los hombres queda infinitamente corta de la justicia de Dios (Gl. 3:10[17]). Nos es por obras, es por gracia (Ef. 3:8-9). Somos justificados a través de la perfecta obra de Cristo que alcanzó a nuestro favor la justicia de nuestra justificación. La justicia de la obediencia de Cristo en su vida y su muerte ha venido a ser nuestra justicia. ¿Cómo es logrado esto? Es logrado por medio de la imputación. Dios pone a cuenta nuestra la justicia de Cristo, y a su vez pone a cuenta de Cristo nuestros pecados, logrando que seamos “justicia de Dios en él” (2 Co. 5:21).
http://www.thegospelcoalition.org/coalicion/article/la-justificacion